UNA BODA EN PAMPLONA LLENA DE INTIMIDAD

Cuando parecía que 2020 nos iba a dejar en casa sin ningún tipo de celebración, llegó agosto y el inamovible compromiso de Ana y Miguel. En esta boda en Pamplona hubo mascarillas, distanciamiento social y un protocolo diferente, adaptado a la “nueva normalidad”. Pero nada de todo ello consiguió romper la cercanía con todos los invitados ni la magia de un día lleno de intimidad, alegría y emoción. Puede que, de primeras, no veáis grandes sonrisas (porque están tapadas). Pero, si os fijáis bien, el brillo de todas y cada una de las miradas es inconfundible.

Es el mismo brillo que Ana y Miguel mantienen desde que se encontraron en Londres. Allí se enamoraron, pero tenían claro que Navarra era el único lugar adecuado para darse el “sí, quiero”. Tanto fue así que Ana no dudó un momento en personalizar su vestido de Cristina Cendoya con una perspectiva un poco más pamplonica. El resultado saltaba a la vista: la sencillez, la elegancia y la tradición del blanco impoluto a contraste con dos lazos rojos colocados a modo de hombreras y centrando la atención de todas las miradas (antes, durante y después de esta boda en Pamplona).

Todo lo que pasó después de la ceremonia en el Castillo de Monjardín – y de la mano del catering de Serval – se queda allí. No obstante, y con las ganas que teníamos de volver a juntarnos, os dejamos alguno de los mejores momentos de esta boda en Pamplona en este resumen.